SPAET Colombia

Romillo Rodriguez Fajardo

Bajo el embrujo verde que siempre ha tenido como símbolo la bella población de Muzo localizada en el Occidente de Boyacá, y cuyo renombre ha sido de trascendencia a nivel mundial por contar con las minas de esmeralda más finas del mundo, a más de este verde encantador pareciera que la naturaleza circundante se vistiera con ese manto de vida que ostenta su espesa y variada vegetación. A más de esto, hacia el fondo donde la mirada se refracta aparece ante los ojos la silueta de una cordillera o sierra dentada con flanco descubierto de roca viva donde los pobladores la consigna que los identifica en letras gigantes “¡PAZ! -DIOS VE TODO-”, la cual produce asombro de quienes visitan esta bella región en calidad de turistas, de aventureros o de amantes de la naturaleza. Y es por demás, que este influjo encantador produzca gran impresión a quienes tienen la suerte de adentrarse en esta topografía cuasi virgen, la que ha sido siempre considerada como un lugar de encantamiento, de tradición y poblada en tiempos de la Colonia, por los Nativos y aguerridos Muzos, que desde tiempos inmemoriales sacaban de las entrañas de la tierra las verdes gemas, que en cierta manera, les producía el estupor de contemplar el color celeste cristalizado en un cristal de berilo. Sin embargo, estas piedras preciosas no les daban un valor astronómico en cuanto a la cuantía de su calidad, sino que les servía de dijes o adornos que ostentaban en pectorales o collares que lucían orgullosamente.

También les servían como medio de intercambio para el trueque con las tribus circunvecinas como lo eran los Muiscas del altiplano, más propiamente los que poblaban los límites de la zona fría con la parte baja de lo que comprende el Territorio Vásquez, zona comprendida en la provincia del Occidente de Boyacá. Al igual de esta riqueza natural, la región se destacó por belleza viviente en su gran variedad de aves y especialmente de las más bellas mariposas de azul metálico y las españolas de gran renombre con sus alas bordeadas de puntos blanquecinos con parecido a las bailarinas de flamenco, únicas en su género y nativas específicamente de esta región tropical. A esto se suma el cortejo multicolor de otras especies menores de inigualable belleza, las que en época de verano forman una ronda de alas aladas a lo largo y ancho del cauce de la Quebrada de la Mina que vierte sus aguas al rio madre el Minero a quinientos metro de distancia.

En la visita que ocasionalmente tuvo la oportunidad de realizar el equipo periodístico del ya reconocido periódico Mirando El Campo que se ha propuesto en destacar las bellezas naturales de esta región, pudo constatar que lo que fue en los años 60 la población de Muzo, cuando se produjo el descubrimiento de todo el banco de las minas que hoy en día están en producción, es mucho y quizá sufrido una metamorfosis a nivel urbanístico ya que cuenta con hoteles y sitios de recreación muy a la altura de las grandes ciudades; e igualmente el área central de lo que fue su plaza descubierta hoy esta bellamente adoquinada con un ordenamiento que produce una sensación agradable, tanto de esparcimiento como de recreación.

En cuanto al ambiente, social se respira un clima de tranquilidad y Paz, que por cierto es muy recomendable para que los amantes de la naturaleza visiten esta bella localidad.

Romillo Rodriguez Fajardo

Colombia cuenta con hermosos paisajes que aún quedan, escapándose a la mano depredadora del hombre, puede ser por el control que ejercen algunas entidades encargadas de la protección de la flora y la fauna, también porque se ha creado un poco de conciencia ecológica en la nuevas generaciones. Pero esto no es suficiente, ya que las estadísticas, demuestran que la tala de los bosques de niebla sigue en aumento, a pesar de las campañas que se realizan a través de los medios de comunicación, pero no en la educación, ni mucho menos en la práctica empezando por niños en los hogares, escuelas y colegios. En las estribaciones de la Cordillera Oriental colombiana, encontramos Las Gradas de Peña.

Blanca, ubicadas en la vereda Monte del municipio de Puente Nacional Santander en el costado sur oriental, del departamento anteriormente mencionado en límites con el municipio Saboyá Boyacá, donde encontramos estas formaciones naturales, que con gran encanto se creó, al estilo de pisos en escala o gradas, como su nombre lo indica, para admiración de quienes las visitan, llevando una muy buena impresión de la riqueza paisajística del país.

Estas misteriosas gradas, de las cuales son como siete grandes, a su vez tienen otras más pequeñas. Las grandes tienen más de un kilómetro de largo, con corredores al pie de la peñas de las mismas, donde se hayan salientes de piedra que sirven de techo para escamparse de la lluvia y además que sirvieron para los aborígenes Chibchas que habitaron estos territorios de Santander y Boyacá.

También estos lugares sirvieron como guarida de muchos animales salvajes, que su gran mayoría se extinguieron por la caza indiscriminada y la tala de las especies nativas, puesto que estas tierras eran ricas de bosques de niebla, los cuales formaban grandes colchones hídricos que retenían el agua en la épocas de invierno, para luego en verano ir soltando las gotas y llevarlas a los arroyos por el proceso de escorrentía.

Es importante que se protejan estos hermosos paisajes, patrimonio de la humanidad y préstamo de nuestros hijos, que debemos dejar mejor que cuando lo encontramos, para beneficio de las presentes y futuras generaciones, tratando de evitar el desabastecimiento del preciado líquido, que ya en varios países sufren las inclemencias de los veranos y donde el precio del agua en el futuro muy cercano, estará por encima del precio del petróleo.

Para quienes visiten sitios como Las Gradas de Peña Blanca, se recomienda tener cuidado en no botar elementos que contaminen la naturaleza, siempre dejar el sitio limpio mucho mejor que antes de llegar. Llevar una bolsa para echar los papeles y residuos que resulten de los comestibles que se llevan en estas ocasiones de días de campo, compartiendo con la familia o amigos, admirando los esplendores radiantes de la Madre Natura.